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martes, 3 de febrero de 2009

Jesús Franco, Goya de Honor.

No me interesan los premios en general, ni los americanos, ya sean Oscars, Grammys, Emmys o Peppys, ni los españoles, de cine, de música o de lo que fuere.

La primera razón y la fundamental es que muy raras veces los premiados coinciden con mis gustos. Se podría hacer una lista enorme de películas, discos o libros cubiertos de galardones que me parecen una castaña y viceversa, cosas que me encantan y me apasionan y no tienen un miserable premio.

También me toca bastante las narices el boato que se le da a los premios cuando es algo que no deja de ser una forma de promoción de productos. Los premios se los da la industria de cada clase a sí misma, para satisfacción de los de siempre y engorde de los mismos, generalmente.

De los Goyas de este año me había enterado de poco. Que la pesada de Penelope Cruz era candidata por la película esa que no tengo ningún interés en ver, ya sé que es del mítico Mr. Allen, pero es que hasta eso me da igual. Del resto, poco, la verdad. La única que quiero ver en algún momento es "Che, el argentino".

Y ayer me encontré con que le habían dado el Goya de Honor a toda una carrera a Jesús “Jess” Franco. Y la verdad, me encanta y me sorprende.



Jess Franco (el más usado entre sus docenas de seudónimos), es una máquina de hacer películas de bajo presupuesto y calidad variable que va desde dudosa hasta nula. No sé si le premian por haber sido el director de la segunda unidad en Campanadas a Medianoche de Orson Welles o por el volumen de su obra, que es enorme.



Sus películas en su mayoría se dedicaron a explotar los subgéneros de moda en cada momento y así ha hecho películas de terror sangriento, de karatekas, westerns, de espías, musicales, eróticas y por supuesto porno duro. En estos dos últimos géneros tiene auténticas joyas de la caspa y el cutrerío sexual, siendo junto a otro mítico “metralleta” haciendo películas como Ignacio F. Iquino, autor de la imprescindible “Caliente Niña Julieta”, el maestro del cine “Clasificado S” y uno de mis más venerados ídolos adolescentes.



Franco en el erotismo más o menos burdo y en el terror sangriento es donde mejor se desenvolvía y donde encontró a su musa, Lina Romay, protagonista de muchas de sus películas, y que aún hoy le acompaña.



Por una vez estoy de acuerdo con los académicos.